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Dios no dejó sin castigo a los ángeles que pecaron. Al contrario, los envió al infierno y los puso en cavernas oscuras, donde estarán hasta el día del juicio. Tampoco dejó sin castigo al perverso mundo antiguo, sino que le mandó el diluvio, del que sólo salvó a Noé, quien enseñaba vivir para agradar a Dios, y a siete personas más. Dios también castigó a las ciudades de Sodoma y Gomorra reduciéndolas a cenizas. Estas ciudades son ejemplo y advertencia de lo que les espera a quienes están en contra de Dios.

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